Escena 6: Descansar para volver a brillar

¡Hola, hola blogueros!

Hoy en día vivimos en una sociedad que no para, donde el ritmo y las exigencias son muy altas. Queremos ser productivos en el trabajo, tener buenas relaciones sociales, comer bien, dormir ocho horas, leer más, hacer ejercicio, estar informados… y aún así siempre queremos más y parece que eso nunca es suficiente. Hoy te propongo algo diferente: lee esta entrada despacio, sin prisa, dedícale unos minutos con calma. Ya que en una sociedad que no para, hacer una pausa es un acto muy importante.

COREOGRAFÍAS SIN DESCANSO

El filósofo Byung-Chul Han, en su obra La sociedad del cansancio, afirma que ya no vivimos marcados por normas externas, como en las sociedades del pasado, sino que hoy en día somos nosotros mismos los que nos ponemos esas expectativas y niveles de exigencia. Nos decimos que tenemos que rendir más, mejorar, optimizar, aprovechar, y si no lo hacemos o no lo conseguimos, sentimos culpa, como si descansar fuera un sinónimo de pereza y no como lo que es, una necesidad vital.

En esta modernidad líquida de la que hablaba Zygmunt Bauman, donde nada dura ni se asienta, se genera el miedo a no estar a la altura, o no ser suficiente. Este aspecto  se ve también reflejado en el aula, donde muchas veces se prioriza lo urgente antes que lo importante, lo que lleva a no darle importancia a pensar y a parar, sino que se quieren hacer las cosas rápido sin apenas reflexión, simplemente por el hecho de haber hecho más cosas. Es decir, se prioriza más la cantidad que la calidad.

Considero que esta autoexigencia y velocidad está influenciada por las nuevas tecnologías que nos hacen vivir cada vez más rápido, llegando a tal punto en el que nos cuesta ver un vídeo de 30 segundos sin distraernos. Vivimos hiperestimulados, pero vacíos.

¿Nos será que tanto ruido externo nos está alejando de nosotros mismos?

¿ENSEÑAR A SER O A HACER?

En este blog he reflexionado muchas veces sobre cómo educar desde el arte, desde el movimiento, desde el sentido, pero hoy me doy cuenta de lo importante que es descansar y parar. Indagando sobre este tema y reflexionando sobre el contenido de esta entrada he comprendido que parar no es perder el tiempo, sino recuperarlo.

Ya a principios del siglo XX Maria Montessori, hablaba de la importancia de los ritmos naturales del niño, de no interrumpir su concentración, de respetar su tiempo. Al igual que Reggio Emilia, que valora la lentitud como parte del proceso de descubrimiento. Porque educar no es correr, sino acompañar. No se trata de hacer más, sino hacer con sentido y reflexión. 

¿Estamos enseñando a nuestros alumnos a aprender o simplemente a producir?

APRENDIENDO A BAILAR MÁS DESPACIO

Yo también me siento muchas veces atrapada en esta sociedad del cansancio. Este mismo año, pensaba apuntarme a una hora extra de danza, sacarme el carné de conducir, trabajar… todo mientras cursaba el primer año del doble grado universitario. Quería con todas mis fuerzas poder con todo, y me exigí mucho a mi misma. 

Mis padres me ayudaron a poner los pies en la tierra. Me recordaron que es mejor estar presente de verdad en lo que haces, que hacer mil cosas sin disfrutar ninguna. Gracias a ese freno, estoy pudiendo vivir mi primer año de universidad con más atención, más profundidad, más calma.

¿Por qué se debe cumplir con todo si no disfrutas de nada?


Quizás es hora de bajarse un momento del escenario. De quitarse el disfraz y volver a mirarse sin guión. Y esto no significa abandonar la obra, sino volver a  escribirla de nuevo, con más verdad.

En la vida, como en el teatro o en la danza, no todo es estar en el centro del escenario. A veces, la verdadera transformación ocurre entre bastidores, en los silencios, en las pausas entre un acto y otro. Aprender no es solo ejecutar pasos, es también detenerse a escuchar el ritmo interior, dejar espacio para respirar, sentir, reposar.

Quizás la educación debería parecerse más a una coreografía consciente, no correr para llegar al final, sino moverse con intención, con presencia, respetando los tiempos del cuerpo. Porque hasta el mejor bailarín necesita pausas para volver a coger el ritmo.
Y a veces, bajarse un momento del escenario no es rendirse, sino prepararse para volver con más verdad y con los pies firmes sobre el suelo.

Si esta entrada te ha resultado interesante no corras a comentarla, léela dos veces, interiorízala y luego me cuentas que tal.

¡Nos vemos en la escena final!

Comentarios

  1. Wow, estoy completamente de acuerdo con que todos estamos constantemente buscando cosas que hacer. Siempre he pensado que uno de los mejores momentos de los viajes que hago con amigos son los momentos en los que estamos quietos, ya sea mirando a las estrella, a la montaña o al mar en la playa. Los momentos en los que simplemente paramos y reflexionamos juntos.
    Pd: Me encanta la manera en la que has enfocado el blog, me parece muy original.

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    1. Que interesante tu reflexión Raluca!! Yo también pienso que deberíamos pararnos más a reflexionar, que afortunada eres de darte cuenta y valorar esos momentos de pausa. Muchas gracias por leerme!!

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